martes, 30 de abril de 2013
Cartas a mi padre: España enferma
Cartas a mi padre: España enferma
Querido padre:
Nunca pensé que en mi cabeza hubiera
cabida para la desazón y el desánimo al hablar de mi carrera. Sé que en tu
juventud soñaste alguna vez con ser médico y que por las circunstancias que te
tocó vivir, o más bien sobrevivir, no pudiste llevarlo a cabo, apostando
igualmente por una vida de servicio y deberes, más que por una de derechos y
gratificaciones. Quién te iba a decir que, medio siglo más tarde, tu vástago
iba a contagiarse de la más adictiva de las vocaciones, una profesión tan agridulce
que me acompañará irremediablemente hasta el fin de mi vida consciente y
apostaría que, sin el menor atisbo de duda, aún más allá.
Recuerdo, padre, todos los
sacrificios que bien sabes que se remontan a mi infancia tardía, pasando por la
más indómita de las adolescencias, de tantas lecciones impartidas y compartidas
a la vuelta de tu trabajo, de superar una selectividad elitista, seis años de
carrera que se antojaron caprichosamente largos cuando veía a mi alrededor a
los compañeros de instituto ganar dinero y hacer planes en los cuales no podía
ser partícipe por falta de tiempo o de fondos, a pesar de la paga que con tanta
disposición me ofrecíais con tal de que me diera un poco el aire al salir de
debajo de toneladas de libros, de jornadas de clases de más de 12 horas…vi pasar
el lustro más uno, y todo lo pasado se desdibuja en la más efímera de las
banalidades cuando hice frente al vilipendiado MIR (Aún no me explico cómo
tantos miles de personas llegamos con fuerzas para presentarnos a aquel examen
y superarlo…no me extraña que alguno lo hiciera vistiendo la camiseta de
Superman; creo que es lo más parecido a la sensación que debe tener un ñu al
cruzar entre cocodrilos el río MARA que, dicho sea de paso, tiene un nombre
bastante similar); y superado ese escollo, vuelta a empezar, durante otros
cuatro años de residencia o, más bien, de resistencia.
Recuerdo mis rotaciones en la
urgencia, donde mi desayuno se acompañaba de un ibuprofeno y un paracetamol
tomados a modo de cóctel, ya que durante las próximas siete horas, cualquier
otra actividad que no fuera atender pacientes constituía un mero espejismo. Así
día tras día, semana tras semana, intercalando guardias de 24 horas atendiendo
más de setenta urgencias diarias y una media de doce partos, comiendo un bocadillo
a la hora de la cena y cenando cualquier cosa a cualquier hora comprendida
entre las nueve de la noche y las nueve de la mañana del día siguiente…Me
sorprende que aún me queden ganas de sonreír cuando recuerdo, en mi primera
guardia a las cuatro de la madrugada, atendiendo a una paciente, miré a la
auxiliar que me acompañaba y le dije: “¿cómo es posible aguantar así toda la
noche?”. Después de un mínimo de cinco guardias mensuales y la jornada laboral
diaria de siete horas, prorrogables en muchas ocasiones más allá para asistir
algún parto o preparar alguna sesión durante años, sigo sin tener respuesta…ignoro
el cómo pero, lo cierto es que, sé que se puede.
Y finalizados los cuatros años tras
haber aprobado el MIR, mi destino fue buscarme la vida, como gato panza arriba,
y tras más de diez años de contratos eventuales aquí sigo, viviendo más para el
trabajo que trabajando para vivir.
Padre, ¿cómo es posible que después
de todo lo vivido, de comunicar a cientos de pacientes que tienen un cáncer; de
ver derrumbarse a docenas de parejas al anunciarles que el bebé que llevan
esperando ilusionados durante meses a que nazca, tiene una anomalía
incompatible con la vida, o simplemente que ha dejado de moverse porque el
corazón ya no late pero aún así deben parirlo, de hacerles entender que no es
culpa de nadie, que esas cosas pasan aunque uno siempre piensa que no le va a
ocurrir a él; de la imposibilidad de olvidar caras, nombres y voces de
pacientes que has diagnosticado y que tras meses o años de lucha, la enfermedad
les ha vencido; cómo es posible que sea ahora cuando me siento más derrotado?
Lo más curioso, padre, es que tras
estudiar tratados y tratados de patología de toda índole y esfera, durante
todos mis años de formación, ningún libro me enseñara a curar un país, porque
lo cierto es que quien está enferma es España, el mayor paciente impaciente,
quien padece una dolencia que sesga un estado de bienestar que tantos años ha
llevado construir, y se ha empezado a cobrar vidas de forma directa o
indirecta.
España enferma, no hay ninguna duda,
porque cuando uno se para a pensar que quien toma las decisiones en la Sanidad
española no es médico, ni enfermera, ni auxiliar, ni siquiera ha empujado una
camilla de un paciente infartado, amputado, apuñalado o abortando; que a su
vez, éste es asesorado por unos consejeros que carecen de formación y un día
aconsejan sobre Sanidad y al día siguiente aconsejan sobre transportes, que de
nuevo a su vez, éstos tienen unos cuantos viceconsejeros que, por no saber más
que el aconsejado, tampoco tienen la más remota idea de auscultar, hacer una
cura o poner una cuña.
Cómo es posible que sigan pasando los
días y nadie despliegue algo de cordura entre tanta sinrazón. España está
enferma, y por sus heridas se pierden millones de euros, millones de ilusiones
y proyectos…pero de verdad es tan difícil entender que: “si dispones de una
cantidad de caramelos, o manzanas, o peras, (el ejemplo que queráis que os
recuerde a los problemas que se resolvían en el colegio), si le entregas esa
misma cantidad de X a Ignacio, e Ignacio a su vez se lo entrega a Antonio, y
este a su vez lo reparte entre sus amigas, Sofía, Leonor y Cristina, el valor
de X será el mismo que tendremos al final y que, sin embargo, si Ignacio
entrega X caramelos a Antonio, y éste, en vez de dárselas a Sofía, Leonor y
Cristina directamente, se las da a Víctor para que las reparta, pero éste se
come antes dos, habrá menos caramelos al final para repartir. ¿Hay alguien que
no lo entienda? A ver, Javier, tú que eres de letras y quizás te cueste más
entenderlo, ¿tienes alguna duda?”.
Porque lo cierto es que la gerencia
de todos los Hospitales de nuestra región son puestos que dependen directamente
de la Comunidad de Madrid, que no los eligen los médicos, ni las enfermeras, ni
las auxiliares, ni el personal de limpieza; tan cierto como que los hospitales
que ahora desean “externalizarse” ya están dotados con un personal por debajo
de lo que se requiere para funcionar con ciertas garantías, y que los médicos en
España tenemos sueldos que harían sonrojarse a cualquier otro profesional de
cualquier otro país del llamado desacertadamente primer mundo.
Para quien no lo sepa, la enfermedad
nunca produce ni producirá dinero, cuando se destruye una infección, cuando se
extirpa un tumor, o cuando se mitiga un dolor, no salen billetes del culo de
nadie, la salud cuesta dinero, y quien no lo entienda así, se equivoca.
Yo no quiero que parte de mis
impuestos se conviertan en beneficios para otros, no quiero que me obliguen a
renunciar a un determinado tratamiento o prueba diagnóstica si sé que su
carencia puede acabar con la vida de una persona, no puedo asumir ver el doble
de pacientes cuando actualmente ya veo por encima de mis capacidades porque,
cuando atiendes en un bar, cuando juzgas desde un estrado, cuando cocinas para
cien en vez de para cincuenta, las consecuencias son que se tardará una hora
más en servir las cervezas, se acumularán las carpetas de casos pendientes
durante meses, que echarás azúcar en vez de sal, o se te pegará el arroz al
fondo…pero cuando tu bandeja son camillas que transportan pacientes, cuando tus
carpetas son historiales médicos de años de evolución, cuando tu sal y tu
azúcar se transforman en drogas capaces de salvar o de arrancar una vida si no las
prescribes a la dosis adecuada, y en el momento acertado, sólo en ese momento,
te das cuenta de que la vida no es un juego, así que ningún político puede
decirme lo que debo a no debo hacer, por la sencilla razón de que no tienen ni
puta idea de medicina.
Ningún médico es responsable de la
construcción de nuevos hospitales o de centros de salud que han quedado a medio
vestir, desnudando previamente los ya existentes, o incluso quedando a medio
construir, aumentando así de forma exponencial el gasto sanitario; sin embargo,
ningún médico pone en duda que hay que ahorrar más que nunca para intentar
solventar una situación en la que nos vemos todos sumidos y no precisamente por
culpa de la existencia de enfermedades curables o incurables…y sabiendo esto,
¿cómo es posible que nadie pregunte a los médicos qué se puede hacer para
ahorrar? ¿necesitan consejeros? Pues los tienen a miles deseando aportar sus
ideas, todos los médicos que trabajamos día a día viendo pacientes, que
conocemos la realidad de la sanidad, y esto es lo mejor, DAMOS LOS CONSEJOS
GRATIS sin abandonar nuestras otras obligaciones asistenciales.
Y vemos perplejos como reconocen los
políticos que son auténticos “discapacitados”, citando literalmente del
diccionario de la Real Academia de la Lengua:
“…Dicho de una persona: Que tiene impedida o entorpecida alguna de las
actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones
intelectuales o físicas…”; incapaces de gestionar la sanidad siendo una
consejería de Sanidad, entregan su carta de rendición y capacidad de gerencia a
otros que recogen el testigo pletóricos de alegría porque ven un negocio claro
al tomar el control de los centros “externalizados”. Lo cierto es que cuando
uno lo escribe, más cara de incredulidad se le queda.
No protestamos porque nuestras
guardias no cuenten como jornada laboral y sin embargo nos descuenten “el
diezmo” sin posibilidad de apelar, no protestamos porque nos bajen el sueldo de
forma continuada, no protestamos porque nuestros contratos siguen siendo
eventuales después de más de diez años trabajando para la misma empresa, no
protestamos porque no tengamos un descanso a media mañana para vaciar una
vejiga cada vez más acostumbrada a no quejarse, a que nadie nos sustituya a las
tres de la tarde cuando aún quedan pacientes por ver porque has tenido que dar
varias malas noticias y has dejado llorar a la familia, y les has dado consuelo
y ánimo en la consulta y no en el pasillo para no perder el tiempo, no ponemos
el grito en el cielo cuando no respetan las doce horas de descanso mínimo que
debe existir entre jornada laboral de tarde y de mañana como marca el Estatuto
de los Trabajadores, y sin embargo será por algo que nos hemos levantado todos
los médicos ante esta afrenta al sentido común. Señores, resulta que en la
privada, tanto de “gestión externalizada” como en la privada de sociedades, los
médicos ganan más dinero que en la pública, que no es por ganar más trabajando
menos, a ver si se enteran, que si hubiera querido ganar dinero nunca me
hubiera hecho médico, sino que me hubiera afiliado a las listas de cualquier
partido político y ni carrera me hubiera hecho falta estudiar. Es más, hasta me
pondrían un traductor “que me falase na lingua da miña terra” por si me
supusiera un esfuerzo hablar el español-castellano.
Qué lástima que los políticos sean
incapaces de entender que la función de la representación de los demás es un
acto vocacional y no uno vacacional…recuerdo un episodio que llegó a mis manos
que narraba como en el país de los ratones gobernaban los gatos negros y se
alternaban en el poder con los gatos blancos…si somos ratones necesitamos que
nos gobiernen ratones, pero ratones preparados con una predisposición a servir
más que a ser servidos, a dar más que a recibir, a sacrificarse los primeros
antes de ver como todo el pueblo sucumbe ante su despotismo… ¿existen estas
personas entre la clase política? ¿es tan difícil elegir a los más preparados
para gobernar entre el total de constituyentes? Médicos a Sanidad, profesores a
Educación, investigadores a Investigación y desarrollo, un ingeniero a
Industria, o un juez a Justicia…¿de veras estoy diciendo algo tan inconcebible?
Hace ya muchos años, me decías entre
risas que yo iba para político por mi capacidad de convencer, en ocasiones más
por insistencia que por el peso de los argumentos esgrimidos y, sin embargo, en
estos últimos meses, por más testimonios y perseverancia que vuelco en mis
intentos de transmitirte la inmensa repercusión de los cambios que pretenden
implantar en la Sanidad, mis esfuerzos resultan estériles. Me siento como quién
denuncia una conspiración que resulta tan inverosímil de creer que es tomado
por un orate.
Me pediste una vez que no callara si
algo no era justo; pues bien, ya que mi voz y la de miles de personas las
consiguen acallar con “un silencio administrativo” más que frustrante, (aunque peor
aún es cuando rompen ese silencio para hablar de medicina sin tener ni idea de
lo que dicen) manipulando unos medios de comunicación y a unos periodistas que
nada tienen que envidiar a los que tantas veces se han criticado de otros
países con más que dudosas democracias, (vergüenza debería darles por no
contrastar ningún tipo de información, porque no son periodistas, son una
ridícula mezcla de un vendedor de teletienda y un patético amago de showman), dejo
mi palabra escrita, para que quien quiera leerla, que así sea, quien quiera
criticarla esté en su derecho, y quien quiera hacerla suya, emulando al cartero
de Pablo Neruda, “las palabras no son de quien las escribe si no de quien las
necesita”.
Un beso y un fuerte abrazo, padre, de tu hijo
que te quiere.
Jos
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